Es siempre una alegría cuando encontramos una planta de Valeriana en nuestro camino, durante los paseos por el bosque. Es una flor alta y noble, de color blanco y de porte altanero. Allá donde crece, parece reinar. Lo que más sorprende es verla, casi siempre, sola. Porque ella escoge siempre pequeños pedazos de paraíso donde pueda dominar al resto de sus vasallos, las otras hierbas y flores.
Derecha como la justicia, y equilibrada como una balanza, a penas se balancea, a pesar de que su tallo sea largo. En su extremidad florece un ramillete de flores que parecen umbelas pero que en realidad son corimbos (la Valeriana no es una Umbelífera sino una Valerianácea). Las flores son tubos que presentan, al mundo, sus estambres. Estos van más allá de la capa que forman las flores, y salpican los limites del corimbo, como si de una constelación se tratase. Nos ayuda así a dormir bien….bajo las estrellas.
Los pétalos de la flor de Valeriana son, una vez en flor, de un blanco brillante. Pero los colimbos están finamente matizados de un rosa claro, que va tirando hacia un rosa más oscuro según se acerca al tallo, lo que les da, además, volumen. Entre estos matices de colores pastel y la corona de estambres, la flor de Valeriana parece estar hecha de capas de nubes. Una imagen más que nos recuerda como esta planta contribuye a la calidad de nuestro sueño: ya que ¿quién no quiera quedarse dormido en un colchón de pequeños cúmulos de flores como estás?
Sus hojas están delicadamente divididas (entre 7 y 21 foliolos): siempre en números impares ya que hay un foliolo en la punta de la hoja. Tienen un olor muy característico, pero para estar más seguros, habría que ir a oler las raíces por que son éstas las que dan el olor al aceite esencial. Son las raíces las que huelen de verdad como el aceite esencial. Sin embargo cuidado con no dañar la planta que es una especie protegida cuya colecta está prohibida (en Suiza).
Según la leyenda, el flautista que vino a Hamelín en 1284 utilizó la flauta para atraer a las ratas que habían provocando una gran epidemia de peste en la ciudad. Pero no solamente la flauta, sino que, se dice también, utilizó raíces de la Valeriana. Así las ratas fueron atraídas por el olor de las raíces y le siguieron hasta el río donde se ahogaron. Parece ser, como lo mostró más tarde la química moderna, que las ratas afectadas por el toxoplasma gondii invierten su aversión por los gatos hacia una atracción hacia su orina. Y esto fue lo que aparentemente pasó con las ratas de Hamelín, sólo que confundieron el olor de la Valeriana con el olor de la orina de gato.
Lo cierto es que el olor de la Valeriana tiene efectos impresionantes en otros animales también, empezando por los gatos. Ver los comentarios al principio de esta página.
Hoy en día, la Valeriana ha caído en desuso, y existen tres razones que explican esto.
La primera razón está ligada al tiempo necesario para obtener resultados, ya que, para ver mejorías en la calidad del sueño, hacen falta tres semanas, más el tiempo de acción del tratamiento en sí. Difícilmente se puede esperar tanta paciencia para un tratamiento de este tipo.
La segunda razón está relacionado con la raíz de la planta y su tendencia a provocar náuseas con cierta facilidad. Como los tratamientos convencionales se han basado en extractos secos de las raíces, este efecto se volvió una gran desventaja. Notemos aquí que, contrariamente a la raíz, el aceite esencial no provoca náuseas ya no tiene los componentes químicos que las provocan.
Finalmente, la Valeriana tiene un efecto paradójico (es decir que puede provocar lo contrario de lo que se espera) y esto fue debido al consumo directo de pastillas de extractos secos de raíz. La estimulación nerviosa que pueden provocar está liada a una reacción intestinal por falta, en algunas personas, de las encimas responsables de la digestión de la Valeriana. Notemos aquí también que la utilización del aceite esencial directamente en la piel nos evita este problema.
El empleo del aceite esencial en lugar de la ingestión del polvo de raíz, de haberse hecho antes, podría haber cambiado el curso de la historia de la literatura: la Valeriana es la clave de dos novelas de Agatha Christie.